11.3 – El blasón arquetípico


El blasón arquetípico es una poderosa herramienta proyectiva que permite explorar de manera creativa y simbólica los arquetipos activos en un individuo. Se inspira en los blasones heráldicos de la Edad Media, que representaban de forma codificada la identidad y los valores de una familia noble o de un caballero. En nuestro caso, se trata de crear un blasón personal que pone en escena las diferentes facetas arquetípicas que nos animan.

Para realizar un blasón arquetípico, partimos de un modelo base que divide el escudo en varias partes. El modelo más común es el que divide el blasón en cuatro cuartos, pero también podemos utilizar otras divisiones como el partido (dos mitades verticales), el cortado (dos mitades horizontales), el cuartelado (cuatro cuartos con una cruz), etc. Cada parte del blasón va a albergar un símbolo o una figura que representa un arquetipo.

Se invita a la persona a conectarse con su imaginación y a dejar surgir espontáneamente imágenes, formas, colores que evocan para ella los diferentes arquetipos. Podemos partir de los cuatro grandes arquetipos jungianos (Persona, Sombra, Ánima/Ánimus, Self), o explorar arquetipos más específicos como los de los 12 trabajos de Hércules (Inocente, Huérfano, Guerrero, etc). Lo importante es elegir los arquetipos que resuenan más en este momento de la vida de la persona.

Por ejemplo, una persona que está pasando por un período de cambio profesional podría representar en su blasón el arquetipo del Explorador con una brújula, el del Sabio con un libro abierto, la Sombra con un animal tótem como el lobo, y el Self con un símbolo unificador como el Yin-Yang o el árbol de la vida. Otra que trabaje en la afirmación de sí misma podría elegir el arquetipo del Guerrero simbolizado por una espada, el de la Rebelde por un puño levantado, el Ánima por una figura femenina danzante, y el Self por un sol radiante.

Los símbolos elegidos siempre llevan un sentido personal y no están congelados en una única interpretación. Así, el león puede representar la valentía del Guerrero para uno, la parte animal de la Sombra para otro, o la realeza del Self. Los colores también tienen un valor simbólico: el rojo puede evocar la pasión del Amante, el blanco la pureza del Inocente, el negro la cara oscura de la Sombra… Es el diálogo con la persona lo que permitirá descifrar el lenguaje simbólico único de su blasón.

Una vez dibujado y coloreado el blasón, podemos enriquecerlo añadiendo un lema que resuma la intención o la búsqueda del momento, como “Me abro a lo desconocido” o “Mi vulnerabilidad es mi fuerza”. También se puede imaginar un título para este blasón, ponerle un nombre como “Blasón del Renuevo” o “Escudo de la Reconciliación Interna”. Algunos eligen añadir elementos exteriores al blasón como animales tótem, vegetales u objetos simbólicos.

El blasón arquetípico es un medio de diálogo entre la conciencia y el inconsciente. Da una forma visual e incorporada a las diferentes energías arquetípicas que nos atraviesan. Destaca la forma en la que se equilibran o, por el contrario, se oponen en nosotros. Al explicar su blasón, la persona se da cuenta de las fuerzas contradictorias o complementarias que la animan y puede integrarlas mejor.

Esta herramienta puede ser utilizada puntualmente, en un momento clave de un acompañamiento, o de manera más regular para seguir la evolución de la relación con los arquetipos. Por ejemplo, se puede proponer a la persona que haga un blasón al principio del trabajo y otro al final de la sesión para ver lo que ha cambiado, emergido o transformado. También se puede imaginar una serie de blasones que retracen un camino interior, un poco como un “diario de viaje” arquetípico.

El blasón arquetípico es especialmente interesante para las personas que tienen una sensibilidad artística o que están a gusto con el lenguaje simbólico. Pero puede ser propuesto a todos como una invitación a soltar la mente y conectarse con una forma de expresión más intuitiva y orgánica. No se trata de hacer una “hermosa” obra de arte, sino de dejarse sorprender por las imágenes que surgen de nosotros. El practicante está ahí para acoger con benevolencia y curiosidad lo que se presenta, sin juicio estético o interpretativo apresurado.

Por supuesto, como con toda herramienta proyectiva, es importante respetar el ritmo y las posibles resistencias de la persona. Algunos pueden sentirse bloqueados, otros abrumados por las imágenes que afluyen. El practicante debe asegurarse de proporcionar un marco seguro y de avanzar suavemente. Puede proponer un tiempo para centrarse o relajarse antes de empezar, poner música suave, ofrecer imágenes o revistas de donde extraer inspiración. Lo esencial es crear las condiciones para que pueda surgir un encuentro auténtico con su mundo interior.

Puntos para recordar:

– El blasón arquetípico es una herramienta proyectiva que permite explorar de manera creativa y simbólica los arquetipos activos en un individuo.

– El blasón se divide en varias partes, cada una albergando un símbolo o figura representando un arquetipo que resuena con la persona en este momento de su vida.

– Los símbolos elegidos llevan un sentido personal y no están congelados en una única interpretación. Es el diálogo con la persona lo que permite descifrar el lenguaje simbólico de su blasón.

– El blasón puede ser enriquecido con un lema, un título, animales tótem, vegetales u objetos simbólicos.

– El blasón arquetípico es un medio de diálogo entre la conciencia y el inconsciente, poniendo de letra el equilibrio o la oposición de las diferentes energías arquetípicas.

– Esta herramienta puede ser utilizada puntualmente o de manera más regular para seguir la evolución de la relación con los arquetipos.

– El blasón arquetípico es especialmente apto para personas con una sensibilidad artística o a gusto con el lenguaje simbólico, pero puede ser propuesto a todos.

– No se trata de hacer una “hermosa” obra de arte, sino de dejarse sorprender por las imágenes que surgen de nosotros.

– El practicante debe ofrecer un ambiente seguro, respetar el ritmo y las resistencias del individuo, y crear las condiciones para un encuentro auténtico con su mundo interior.

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