La postura junguiana se caracteriza principalmente por una actitud de apertura, de no prejuicio y de profundo respeto hacia el cliente y su experiencia interna. El practicante de arquetipos junguianos se posiciona como un acompañante benevolente, que crea las condiciones favorables para la exploración y la comprensión de las dinámicas arquetípicas en juego en el cliente.
Esta postura implica suspender sus preconcepciones, sus interpretaciones precipitadas y sus proyecciones personales, para recibir con curiosidad y sin juicio lo que emerge del inconsciente del cliente. Como decía Jung, “Todo ser humano tiene derecho al secreto, no solo de sus actos, sino también de sus motivos. Cualquier intento de penetrar este secreto es una intrusión.” Por lo tanto, el practicante se abstiene de aplicar marcos de lectura o esquemas preestablecidos, sino que intenta encontrarse con el cliente donde él se encuentra, respetando su ritmo y sus posibles resistencias.
La postura junguiana también supone una forma de humildad y desapego por parte del practicante. Consciente de que el proceso de individuación pertenece al cliente y que su papel es el de un facilitador, no intenta “curar” o “salvar” al otro, sino ayudarlo a movilizar sus propios recursos arquetípicos para avanzar en su camino de evolución. Como escribió bellamente Jung, “Nunca curamos al otro, solo le proporcionamos los medios para su propia curación.”
Concretamente, esta postura se traduce en actitudes tales como:
– Una escucha empática y una presencia plena hacia el otro
– Una mirada benevolente y libre de juicio moral
– Una capacidad para acoger y contener las emociones y los temas potentes que pueden surgir
– Una habilidad para identificar y reflejar los arquetipos que se manifiestan, sin imponerlos
– Un arte de la pregunta abierta para ayudar al cliente a profundizar su experiencia
– Creatividad para proponer herramientas y soportes adaptados a cada cliente
– Un conocimiento de sí mismo y un trabajo continuo en sus propios temas arquetípicos
La postura junguiana es en este sentido una postura profundamente ética y humanista, que pone la relación, la confianza y el respeto por la persona en el corazón de la asistencia. Requiere por parte del practicante un trabajo constante sobre sí mismo, para aclarar sus motivaciones, tomar conciencia de sus proyecciones e incorporar con la mayor autenticidad posible las cualidades arquetípicas del Sabio benevolente, el Explorador curioso y el Guerrero al servicio del otro.
Puntos a recordar :
– La postura junguiana se caracteriza por una actitud de apertura, de no prejuicio y de profundo respeto hacia el cliente y su experiencia interna.
– El practicante de arquetipos junguianos se posiciona como un acompañante benevolente, que crea las condiciones favorables para la exploración y la comprensión de las dinámicas arquetípicas en juego en el cliente.
– Esta postura implica suspender sus preconcepciones, sus interpretaciones precipitadas y sus proyecciones personales, para recibir con curiosidad y sin juicio lo que emerge del inconsciente del cliente.
– El practicante no intenta “curar” o “salvar” al otro, sino ayudarlo a movilizar sus propios recursos arquetípicos para avanzar en su camino de evolución.
– Concretamente, esta postura se traduce en actitudes como la escucha empática, la presencia, la mirada benevolente, la capacidad de acoger las emociones, el arte de la pregunta abierta, la creatividad y el conocimiento de sí mismo.
– La postura junguiana es una postura profundamente ética y humanista, que pone la relación, la confianza y el respeto por la persona en el corazón de la asistencia.
– Requiere por parte del practicante un trabajo constante sobre sí mismo, para aclarar sus motivaciones, tomar conciencia de sus proyecciones e incorporar las cualidades arquetípicas del Sabio benevolente, el Explorador curioso y el Guerrero al servicio del otro.
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