Más allá de la postura, el practicante de arquetipos junguianos debe desarrollar y movilizar un conjunto de habilidades clave para acompañar de manera precisa y efectiva el proceso de individuación de sus clientes.

La primera de estas habilidades es la escucha activa y la presencia. Se trata de ofrecer una calidad de presencia y atención completamente enfocada en el cliente, dejando de lado sus propias preocupaciones y distracciones. La escucha activa implica estar totalmente disponible para el otro, no solo para sus palabras, sino también para su lenguaje no verbal, sus silencios, sus vacilaciones. Es una escucha a la vez benevolente y sin complacencia, capaz de identificar lo que no se dice y las incongruencias, para ayudar al cliente a aclarar su experiencia. Como decía Carl Rogers, “Escuchar realmente a alguien es escuchar no solo las palabras, sino la música detrás de las palabras.”

La empatía y la resonancia emocional son otra habilidad indispensable del practicante junguiano. Debe ser capaz de ponerse en el lugar de su cliente, de sentir y entender desde adentro sus estados emocionales, sin permitir que estos le abrumen. Esta empatía permite crear un ambiente de confianza y seguridad propicio para la exploración de las profundidades de la psique. Supone una gran madurez emocional por parte del practicante, quien debe haber trabajado lo suficiente en sí mismo para acoger y contener las emociones poderosas que pueden surgir en el cliente. La empatía es como un puente que une dos orillas: nos permite acercarnos al otro desde donde está, sin perder el contacto con nuestra propia orilla.

La intuición y el sentido del simbolismo también son habilidades esenciales del practicante junguiano. Ante los sueños, dibujos, imágenes y sincronicidades aportados por el cliente, el practicante debe saber descifrar el lenguaje simbólico del inconsciente. Esto requiere una gran familiaridad con los arquetipos y sus manifestaciones, así como una capacidad para dejar resonar en sí mismo los símbolos para captar su significado profundo. La intuición es aquí una guía preciosa, que permite intuir las cuestiones arquetípicas en juego, sin aplicarlas de manera rígida. Como decía Jung, “La intuición es la función psicológica que transmite percepciones a través del inconsciente.”

Finalmente, la creatividad y la flexibilidad son cualidades indispensables para adaptarse a la singularidad de cada cliente y a su proceso de individuación. El practicante debe saber usar su imaginación para proponer herramientas y apoyos variados, de acuerdo con las necesidades y preferencias del cliente. Ya sea a través del diálogo interno, el dibujo, el collage, el juego de roles o el trabajo con cuentos y mitos, el practicante debe poder estimular la creatividad del cliente para ayudarlo a dar forma y sentido a su experiencia interior. Esta creatividad supone una gran flexibilidad, una capacidad para improvisar y ajustar su acompañamiento en tiempo real, en función de lo que emerge aquí y ahora en la relación.

Para ilustrar la importancia de la creatividad, se puede pensar en este cliente que tenía dificultades para verbalizar sus emociones y para quien el practicante propuso crear un escudo que representara sus diferentes facetas arquetípicas. Al dibujar y comentar su escudo, el cliente pudo tomar conciencia de manera viva e incorporada de la dinámica de sus arquetipos internos, donde la simple discusión abstracta lo dejaba bloqueado.

Cultivando este conjunto de habilidades relacionales, intuitivas y creativas, el practicante de arquetipos junguianos se dota de una verdadera brújula interna para guiar a sus clientes en el camino de la individuación. Como un aventurero de la psique, debe saber usar su mapa de arquetipos con flexibilidad e inventiva, para adaptarse al terreno único de cada cliente y ayudarlo a descubrir sus propios tesoros internos.

Puntos para recordar:

– La escucha activa y la presencia son esenciales para el practicante de arquetipos junguianos. Debe ofrecer atención completamente enfocada en el cliente, escuchando sus palabras, su lenguaje no verbal y sus silencios.

– La empatía y la resonancia emocional permiten al practicante entender desde dentro los estados emocionales del cliente, sin ser abrumado. Crean un clima de confianza propicio para la exploración de la psique.

– La intuición y el sentido de lo simbólico son indispensables para descifrar el lenguaje del inconsciente a través de los sueños, dibujos e imágenes proporcionados por el cliente. El practicante debe tener una gran familiaridad con los arquetipos.

– La creatividad y la flexibilidad son necesarias para adaptarse a la singularidad de cada cliente, propone herramientas variadas (diálogo interno, dibujo, juego de roles…) para estimular su creatividad y dar sentido a su experiencia interna.

– Al cultivar estas habilidades relacionales, intuitivas y creativas, el practicante tiene una brújula para guiar a sus clientes con precisión e inventiva en el camino hacia la individuación, como un aventurero de la psique.

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